Jornada sobre la G.C.E. Ponencia 3

Bombardeos en el Bajo Aragón. El bombardeo de Alcañiz
José María Maldonado Moya

No es fácil describir las consecuencias que la Guerra Civil española tuvo sobre cada pedazo del territorio español y sobre cada uno de los españoles. No es sencillo porque cada individuo es un mundo en sí mismo y cada cual siente lo que le acontece de una forma diferente a otra persona. Lo sucedido a un familiar, a un vecino, a un amigo, a él mismo, a su pueblo, a su casa o a sus pertenencias son vividas de manera muy diferente por cada uno de nosotros. Y lo es mucho más cuando hay por el medio ideales antagónicos. Es por ello imposible describir e intentar narrar cualquier situación, cualquier historia, y encontrar que todos estén absolutamente de acuerdo con lo escuchado o leído. Las vivencias de cada cual son únicas e intransferibles. Cada uno la cuenta según su punto de vista, según la vivió cuando sucedió.

La tarea a la que se enfrenta un historiador es difícil, y llegar a la absoluta veracidad de lo sucedido, poco menos que imposible. Lo es mucho más cuando la documentación de la época es escasa, tendenciosa o simplemente inexistente. Si además unimos que se nos ha contado durante mucho tiempo una parte de la historia y además no siempre coincidente con la totalidad de lo sucedido, el trabajo es todavía más arduo. Pero algún atractivo debe tener este cometido, cuando somos muchos los que nos atrevemos a investigar y a trabajar sobre este período histórico.

La Guerra Civil española tuvo grandes consecuencias en nuestra tierra bajoaragonesa, tanto por las represiones y asesinatos cometidos al principio y al final de la contienda, como por el cambio de vida que supuso en sus gentes durante los meses que duró la guerra en las cercanías de sus casas. En algunos pueblos hubo también destrozos por culpa de la guerra misma, del efecto de las bombas tanto en sus casas como en sus gentes.

Fueron muchos los pueblos bajoaragoneses que sufrieron las consecuencias de los bombardeos de la aviación rebelde (Caspe, La Puebla de Híjar, Híjar, Ariño, Alcorisa, Calanda, etc.), en todos sus casos a cargo de los aviones italianos y alemanes, que operaban en ayuda de las tropas mandadas por el general Franco.

El caso más emblemático por el número de muertos y por el momento en que sucedió es el bombardeo que sufrió la ciudad de Alcañiz el 3 de marzo de 1938.

Tras la culminación de la batalla de Teruel con la reconquista de la ciudad a finales de febrero de 1938 por el ejército rebelde, Franco tomó la decisión de utilizar la gran cantidad de fuerzas que en esta zona tenía desplazada, para llevar a cabo una de las propuestas que se habían puesto sobre su mesa en más de una ocasión: romper el Frente de Aragón con el propósito de alcanzar el mar Mediterráneo y dividir así la zona gubernamental, aislando Cataluña del resto de la zona republicana.

La propuesta era muy atrevida ya que se necesitaba una gran cantidad de tropas, de material de guerra, de abastecimientos y de organización muy grandes. El plan se aprobó y se fijó como fecha de inicio la madrugada del 9 de marzo de 1938.

Es en este intervalo, el final de la batalla de Teruel y el inicio de la ofensiva de Aragón, cuando se produce el bombardeo de Alcañiz. Es en este interludio mientras la población de retaguardia se encontraba desprevenida cuando se produciría el bombardeo de la ciudad.

No puede decirse que los dirigentes del municipio, tanto en época de predominio anarquista, como cuando eran los componentes del Frente Popular los que se hicieron cargo del pueblo, no pensaran en la posibilidad de ser atacados por aviones de bombardeo. De hecho, la ciudad ya había sufrido un bombardeo en noviembre de 1937. Los refugios antiaéreos que se habían construido eran capaces de albergar casi a la mitad de los alcañizanos. Pero la tarde del bombardeo, los refugios no sirvieron para casi nada.

Fueron los aviones italianos componentes de la Aviación Legionaria italiana que luchaba al lado del ejército de Franco, los que llevaron a cabo la orden dada al mediodía del mismo jueves tres de marzo. Desde Logroño, 15 aviones Savoia Marchetti, S-79, despegaron sobre las tres de la tarde con el propósito de dejar caer 11.000 kilos de bombas sobre la ciudad de Alcañiz y sus gentes. 50 bombas de 100 kilos cada una y 120 bombas de 50 kilos tenían como misión destruir lo más posible la población y la moral de los alcañizanos.

La orden que se dio no daba lugar a ningún error ni a ninguna posible especulación: Bombardeo del pueblo de Alcañiz.

A las cuatro y diez de la tarde, 14 aviones (uno tuvo una avería) descargaron 10 toneladas de bombas sobre una población que disfrutaba de una soleada tarde de jueves. El pueblo se vio absolutamente envuelto bajo nubes de polvo, humo y fuego.

Los lugares más concurridos, donde se encontraban jugando los niños y donde cosían, fregaban o charlaban las mujeres y los ancianos fueron casualmente los más castigados. También sufrieron sus consecuencias algunos de los lugares donde había tropa militar haciendo instrucción y otros distribuidos por toda la población, sin escapar el hospital de sangre que funcionaba a pleno rendimiento en el mismo lugar donde hoy se encuentra el hospital comarcal.

Los dos hospitales con que contaba la ciudad, con capacidad para más de 400 heridos, fueron absolutamente insuficientes y quedaron desbordados durante la primera hora posterior al bombardeo. Fueron usados los pasillos y las escaleras; fueron dados de alta los heridos que se encontraban en el hospital y pudieran pasar a otros lugares; pero aún así, fue necesario evacuar a gran cantidad de heridos hacia otros hospitales y hacia otros pueblos cercanos. Las vendas, la sangre para transfusiones, la anestesia, el alcohol, todo quedó agotado a las pocas horas.

Durante toda aquella tarde y toda la noche, militares y voluntarios civiles estuvieron recogiendo heridos y muertos por los diferentes lugares del pueblo y de entre los escombros. Esta tarea no concluiría hasta días más tarde.

Los muertos reconocibles y susceptibles de ser vistos para su identificación fueron llevados a la iglesia de San Francisco, donde se formaron varias hileras con ellos, para posteriormente ser llevados al cementerio.

No conocemos, ni conoceremos nunca el número total de heridos ni de muertos que provocó el bombardeo de aquel fatídico 3 de marzo. Las cifras facilitadas por todos los testigos son muy altas, tremendamente altas. Hablan siempre de más de 500 y llegan hasta pasar del millar. Carecemos de un registro oficial tanto en la entrada de los cadáveres al cementerio, como de su inscripción en el registro civil.

La cifra más fiable es la dada por el funcionario de los juzgados que tuvo que asistir al reconocimiento de cadáveres en la iglesia de San Francisco: la cifra que él contó superaba las 500 personas y no pudo ver los enterrados directamente en las fosas comunes o los restos de cuerpos irreconocibles y destrozados.

Posteriormente vino el silencio y la voluntad de callar sobre lo sucedido el 3 de marzo en Alcañiz. Ninguna persona que se encontraba en la ciudad aquella tarde ha sido capaz de olvidar lo que tuvo que presenciar y sufrir. Pero pocos conocían la realidad, los causantes y los detalles de lo acontecido. Y muy pocos, sin contarles a ellos, conocían el bombardeo de Alcañiz. Ha sido necesario el paso de más de 65 años para saber lo que ocurrió.

Pero, Alcañiz fue sólo el comienzo, la preparación de la ofensiva franquista en tierras bajoaragonesas. Los bombardeos de Caspe, Híjar, Alcorisa, Ariño y otros muchos vendrían después. La mayor parte de ellos se produjo durante la ofensiva militar y afortunadamente para la población, sus consecuencias, en cuanto al número de muertos, fueron menores. No hay que olvidar que en algunos casos, como el de Híjar, no fue nada despreciable.